Mi viaje a Viena

Me encanta la idea de vivir despacio. Es curioso, pero cuando planeamos este viaje me puse el objetivo de disfrutarlo con intensidad, pero de la forma más tranquila posible. Por el titulo del post ya sabrás que nuestro destino fue la histórica y maravillosa Viena.

Volvimos hace solo unos días de este viaje para dos, pero todavía estoy extasiada con todas las maravillas que allí vimos. Viena es una ciudad, majestuosa, limpia y verde, no todo son ríos de cemento, hay muchas zonas con vegetación, parques, jardines y el aire es más limpio que en cualquiera de las ciudades que haya visitado antes.

Nos alojamos en un apartamento en una zona un poco alejada del centro, pero muy bien comunicada con el transporte público. Estábamos literalmente al lado de los jardines del Palacio de Schönbrunn. También teníamos una iglesia a escasos metros. Me encantaba escuchar el sonido de las campanas, sentarme en la terraza y simplemente gozar de la ligera brisa que movía los verdes árboles, y observar los cuervos volar de una rama a otra.

Este viaje ha sido especial porque ha tenido de todo, momentos de calma, y momentos de emoción turística visitando Palacios, jardines y los lugares más emblemáticos de la ciudad. Uno de esos lugares fue la iglesia de San Esteban: una imponente construcción de estilo gótico cuya construcción se inició en el año 1137.

¿Y cuales son las cosas que hicimos para hacer de este viaje una experiencia lenta y tranquila? Aquí de dejo algunos ejemplos:

1.       Desayunar sin prisa en un café vienés tradicional

 Hay muchos entre los que elegir, pero nosotros escogimos uno llamado Demel. Este lugar es una auténtica joya, fundado en 1786, lo que lo convierte en una de las pastelerías / confiterías más antiguas de Viena. El interior es muy refinado, diseñado en estilo neobarroco, con vitrinas antiguas mostrando pasteles, salones elegantes, camareras uniformadas (“Demelinerinnen”) que todavía mantienen ciertas formalidades tradicionales al atender.

Para disfrutar plenamente de esta experiencia probamos la típica tarta Sacher, entre otras degustaciones deliciosas. (no fuimos al famoso hotel Sacher, las malas críticas del lugar nos animaron a descartarlo)

Disfrutamos conversando y simplemente observando a la gente. En Viena, quedarse horas en un café es casi un arte.

 2.       Caminar sin rumbo fijo

 En lugar de seguir un itinerario apretado, en muchos momentos nos dedicamos a perdernos conscientemente por calles como las del Barrio de los Museos, Spittelberg o el Canal del Danubio.

Observamos detalles: las fachadas, el sonido de los tranvías, los escaparates…

 3.        Pasar tiempo en espacios verdes

 Disfrutar del Stadtpark, el Schönbrunner Schlosspark (lo teníamos a lado) o los Jardines del Belvedere.

Son lugares ideales para pasear en calma, leer, escribir, hacer un picnic o simplemente mirar el cielo. Estos fueron los momentos que más disfruté.

 

4.       Vive la música lentamente

 En lugar de solo tachar “concierto de música clásica” de tu lista, es maravilloso vivir la experiencia.

Nosotros optamos por un concierto en majestuoso Musikverein de Viena, con su tradición y calidad sonora, es famoso por la "Sala Dorada" (automáticamente viene a nuestra mente el concierto de año Nuevo).  Aunque si lo prefieres también puedes buscar conciertos en iglesias, palacetes o salas más pequeñas.

En estos lugares puedes simplemente cerrar los ojos, respirar profundo y dejar que el sonido te llene.

 

5.       Desconectar de la tecnología

          Durante la mayor parte del día, el móvil solo existió para grabar algunos recuerdos e   inmortalizar lugares. No subí absolutamente nada en redes, la desconexión total es algo mentalmente muy placentero y beneficioso.

          Estás allí solo para ti.

6.        Admirar el arte sin ansiedad

En lugar de intentar ver todos los museos, elegimos solo los que más nos  interesaban. En nuestro caso, priorizamos los tesoros imperiales como el museo Sissí, el Palacio de Hofburg, el Palacio de Schönbrunn y la Biblioteca Nacional de Austria, ¡y todas la iglesias con las que nos topábamos!

Está claro que menos, es más.

 7.        Llevar un diario de viaje slow

Esto es algo que siempre hago cuando viajo, nunca puede faltar una libreta y un boli en mi maleta. Escribo lo que sentí, no solo lo que hice. Así tengo un recuerdo especial de detalles y sensaciones que, de no hacerlo, con el tiempo se olvidarían.

Describo qué vi, qué escuché, qué saboreé, qué emociones surgieron…

8.       Priorizar lo que te da placer, no lo que “deberías ver”

Si no te apetece entrar a otro museo, no lo hagas.

Si prefieres estar una hora mirando el atardecer sobre el río, o visitar una tienda diferente que te ha llamado la atención antes que cualquier otra cosa, hazlo.

El viaje slow es más emocional que fotogénico.

Si se trata de un viaje de pareja, como en este caso, vale la pena aprovecharlo para prestarle toda tu atención, escucharos, tener largas conversaciones y disfrutar de la mano de lugares nuevos en los que nacerán bonitos recuerdos.

Espero que te haya gustado. Gracias por leer este post.

Besos,

-Anna-

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